Aumenta tu frecuencia vibratoria para vivir en armonía
Identificar las fuentes de nuestra vibración energética para elevar nuestra energía vibratoria
Elevar nuestra frecuencia vibratoria nos permite navegar por nuestras experiencias vitales con fluidez y serenidad, permitiéndonos ir más allá de la visión mental que tiende a juzgar las situaciones como buenas o malas. Adquirimos una perspectiva más amplia que nos permite ver cada acontecimiento como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Esta perspectiva nos ayuda a aceptar todo lo que experimentamos, incluso las dificultades que forman parte de un plan más amplio para nuestro desarrollo personal y espiritual. Esto no significa que no experimentemos emociones negativas, sino que no dejamos que nos definan ni nos arrastren. Aprendemos de ellas para aprovechar al máximo cada momento.
¿Cuál es la frecuencia vibratoria de un individuo y cuáles son las fuentes que influyen en su vibración energética?
Se refiere al estado energético global de una persona y puede definirse por el conjunto de vibraciones energéticas que emite, resultado de sus pensamientos, emociones y acciones, y de su estado físico y espiritual. Todo en el universo está formado por energía vibratoria y cada ser vivo, incluido el ser humano, emite una frecuencia determinada.
Los pensamientos y las emociones influyen directamente en la frecuencia vibratoria. Las emociones positivas como el amor, la gratitud, la alegría, la compasión y los pensamientos elevados (creatividad, benevolencia, esperanza) aumentan la frecuencia vibratoria de una persona. En cambio, las emociones negativas, como el miedo, la ira, los celos, la tristeza y los pensamientos de juicio o pesimismo, disminuyen esta frecuencia. Por ejemplo, el amor incondicional y la gratitud emiten una vibración alta y el odio, la culpa o la vergüenza emiten vibraciones bajas.
Los alimentos que ingerimos y el entorno en el que vivimos también influyen en nuestra frecuencia vibratoria. Una dieta rica en alimentos vivos y naturales (fruta, verdura, semillas) eleva el nivel de energía del cuerpo, mientras que los alimentos procesados, ricos en toxinas, disminuyen esta vibración.
El entorno energético también influye. Estar rodeado de personas positivas, en un entorno sano, armonioso y natural, favorece las vibraciones elevadas. Por el contrario, los entornos tóxicos, estresantes o contaminados disminuyen la frecuencia. Vivir en conexión con la naturaleza, los sonidos, la música (bien elegida) y los animales también ayuda a elevar nuestra frecuencia.
La salud física y el estado del cuerpo también desempeñan un papel importante en la frecuencia vibratoria. Un cuerpo sano, bien mantenido mediante una buena alimentación, ejercicio y cuidados holísticos, favorece una frecuencia más elevada. El cuerpo físico está directamente vinculado a los cuerpos energéticos (chakras, meridianos), y cuando la energía fluye libremente por estos canales, la vibración general aumenta.
Un individuo con bloqueos energéticos o enfermedades físicas puede tener una frecuencia más baja, porque la energía vital no fluye armoniosamente.
Cuanto más alineada esté una persona con su conciencia superior y su esencia espiritual, más elevada será su frecuencia vibratoria. Las prácticas espirituales como la meditación, la oración, el yoga o las prácticas energéticas (como el Reiki) pueden aumentar esta frecuencia ayudando a la persona a conectar con una dimensión más profunda de sí misma y con energías más sutiles.
Las personas espiritualmente despiertas, que están en paz consigo mismas y con su entorno, suelen vibrar a frecuencias más altas, mientras que las que están desalineadas o desequilibradas vibran a frecuencias más bajas.
Las palabras que decimos y los pensamientos que mantenemos en nuestra mente generan vibraciones. Las palabras amables, alentadoras y positivas elevan nuestra frecuencia vibratoria, mientras que las negativas, insultantes o críticas la disminuyen. Del mismo modo, nuestro discurso interior, la forma en que nos hablamos a nosotros mismos, influye directamente en nuestra vibración. Sentir que tenemos que hacer algo nos priva de nuestro sentido de autonomía y libertad, por eso sustituir el uso de los verbos «debo» y «tengo que» por «necesito», por ejemplo, ayuda a elevar nuestra vibración interior al situarnos como soberanos de nuestro reino, respondiendo a nuestras necesidades esenciales.
¿Cómo mides tu frecuencia vibratoria?
Aunque no es fácil para el público en general cuantificar con precisión la frecuencia vibratoria de una persona mediante mediciones estándar, se utilizan ciertos métodos o tecnologías para evaluar la energía vibratoria:
- Radiestesia: Algunos médicos utilizan péndulos o varillas de zahorí para evaluar la frecuencia vibratoria de las personas midiendo las fluctuaciones de energía.
- Fotografía Kirlian: Esta técnica capta el aura energética de un individuo y puede dar una idea del estado vibratorio de la persona a través de los colores y formas emitidos.
- Pruebas de biorretroalimentación y dispositivos de medición de frecuencia: Algunos dispositivos miden los niveles de energía corporal o la coherencia cardiaca para determinar el estado energético general.
El Dr. David Hawkins ha desarrollado una escala de conciencia que asigna niveles específicos de energía vibratoria a distintos estados emocionales y espirituales, medidos de 0 a 1000. Esta escala muestra cómo estados como la vergüenza (20), el miedo (100), el amor (500) y la iluminación (700-1000) corresponden a niveles vibracionales crecientes. Cuanto más se acerca una persona al amor incondicional y a la iluminación, más alta es su frecuencia vibratoria.
Una menor resistencia ante la realidad nos permite movernos por las experiencias con mayor fluidez
Una frecuencia vibratoria más elevada reduce nuestra resistencia a los acontecimientos de la vida. La mente suele resistirse a lo que no comprende o a lo que le causa malestar. Al elevar nuestra vibración, desarrollamos una actitud de dejación y aceptación. Esto no significa que aprobemos todo lo que nos ocurre, sino que dejamos de luchar contra lo que es. Esta reducción de la resistencia nos ayuda a navegar mejor por nuestras experiencias tomándolas como vienen, sin juzgarlas ni rechazarlas.
Esto no significa huir de las emociones incómodas, sino aprender a observarlas sin identificarse con ellas. Cuando nuestra vibración es baja, tendemos a perdernos en nuestras emociones negativas, amplificándolas y dejando que nos controlen. Con una vibración más alta, somos más conscientes de nuestras emociones sin dejar que nos abrumen. Esto nos permite acogerlas, experimentarlas plenamente, pero también trascenderlas. Comprendemos que las emociones son fugaces y no definen quiénes somos. Se convierten entonces en herramientas para comprender nuestros bloqueos internos, en lugar de cargas que hay que evitar. Aceptar lo que experimentamos nos permite recibir los mensajes que somos capaces de descodificar como una oportunidad para aprender y evolucionar.
Los retos y los momentos difíciles se consideran catalizadores del crecimiento, oportunidades para liberarnos de creencias limitadoras o patrones de pensamiento negativos. En lugar de ver estas experiencias como obstáculos o injusticias, las acogemos como lecciones necesarias para ayudarnos a crecer, reforzar nuestra resiliencia y comprender mejor nuestro propio camino vital. Utiliza las emociones incómodas, como el miedo, la tristeza o la ira, como puertas hacia una mayor autocomprensión. Una frecuencia elevada nos ayuda a acercarnos a estas emociones con compasión y curiosidad, en lugar de con rechazo o miedo. Las emociones se convierten en herramientas para la transformación interior, liberando viejas heridas o bloqueos energéticos. Al aceptar experimentarlas plenamente, permitimos que estas emociones fluyan, sanen y nos hagan estar más alineados, porque sabemos que nada puede perturbarnos de forma permanente. Desarrollamos una conexión más fuerte con nuestra intuición y guía interior para comprender mejor el significado oculto tras los acontecimientos. Nos dejamos guiar hacia las acciones y decisiones que nos ayudan a crecer, descodificando la sabiduría que hay detrás de cada situación y cada sentimiento. Esta intuición también nos permite distinguir entre las emociones que hay que transformar y las que simplemente hay que aceptar como parte del proceso.
Una frecuencia vibratoria más elevada reduce nuestra resistencia a los acontecimientos de la vida. La mente suele resistirse a lo que no comprende o a lo que le causa malestar. Al elevar nuestra vibración, desarrollamos una actitud de dejación y aceptación. Esto no significa que aprobemos todo lo que nos ocurre, sino que dejamos de luchar contra lo que es. Esta reducción de la resistencia nos ayuda a navegar mejor por nuestras experiencias tomándolas como vienen, sin juzgarlas ni rechazarlas.
Esto no significa huir de las emociones incómodas, sino aprender a observarlas sin identificarse con ellas. Cuando nuestra vibración es baja, tendemos a perdernos en nuestras emociones negativas, amplificándolas y dejando que nos controlen. Con una vibración más alta, somos más conscientes de nuestras emociones sin dejar que nos abrumen. Esto nos permite acogerlas, experimentarlas plenamente, pero también trascenderlas. Comprendemos que las emociones son fugaces y no definen quiénes somos. Se convierten entonces en herramientas para comprender nuestros bloqueos internos, en lugar de cargas que hay que evitar. Aceptar lo que experimentamos nos permite recibir los mensajes que somos capaces de descodificar como una oportunidad para aprender y evolucionar.
Al integrar estas prácticas en nuestra vida cotidiana, podemos elevar gradualmente nuestra frecuencia vibratoria y promover un estado de bienestar general que transforme nuestra percepción del mundo, ayudándonos a anclarnos en una frecuencia más elevada. Esto nos permite navegar por nuestras experiencias vitales con mayor fluidez y serenidad, y nos capacita para transformar nuestros retos en oportunidades de evolución mientras permanecemos conectados a nuestras emociones, sin huir de ellas ni reprimirlas, sintiéndonos plenamente alineados y conscientes con nuestra intuición y nuestra guía autónoma. Aumentar tu frecuencia y cambiar tus percepciones puede aprenderse. Es un programa de entrenamiento diario, una práctica constante para cambiar la forma en que leemos y percibimos lo que experimentamos. Aprender a vivir de otra manera no requiere un trabajo duro, sino la alegría y el juego de descubrir la ligereza y la alegría de vivir.
Ahora puedes aprovechar para cuidar tu bienestar emocional y aprender a entender tus emociones y saber cómo gestionarlas
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