Transformar nuestra relación entre la vida y la muerte: redefinir nuestra propia definición
Una nueva visión de la muerte
Hablar de la muerte es un tema que suscita miedo, curiosidad y, a menudo, negación. Sin embargo, es importante atreverse a hablar de la muerte, porque es una parte esencial de nuestra existencia, una condición de la vida misma. Adoptar una visión más tranquila y serena del final de nuestra existencia puede ayudarnos a vivir la vida en plenitud. ¿Por qué no debemos tener miedo a la muerte? Este artículo explora cómo la muerte puede verse no como un final, sino como una transición, un pasaje.
Dejemos a un lado nuestras creencias, nuestras creencias religiosas, nuestros condicionamientos y las transmisiones que nos han llegado, que se basan en planteamientos muy alejados de nuestra vida contemporánea. Elijamos ver la muerte como parte integrante de la vida, para que ya no malgastemos nuestras vidas sufriendo por la tristeza o el miedo.
¿Por qué es importante la muerte en la vida?
La muerte como catalizador de la vida.
Reflexionar sobre la mortalidad no es un pensamiento morboso; al contrario, es un conmovedor recordatorio del valor de cada momento. Al darnos cuenta de que nuestro tiempo es limitado, nos vemos impulsados a reevaluar nuestras elecciones, dar mayor importancia a nuestras relaciones, alimentar nuestras pasiones y dar un significado más profundo a nuestra existencia. La muerte, al recordarnos la fugacidad de la vida, actúa como un poderoso catalizador que nos anima a aprovechar cada oportunidad y a ser más auténticos en nuestras elecciones.
A menudo vivimos nuestra vida anticipando lo que podría ocurrir en el futuro o lamentando lo que ocurrió en el pasado. Al tomar conciencia de nuestra propia mortalidad, podemos centrarnos en el momento presente y dejar a un lado las preocupaciones por lo que nunca volverá a ser: el pasado, y por lo que nunca será tal como lo proyectamos: el futuro. Esto nos libera del peso de las expectativas y las ansiedades, y nos permite vivir más plenamente.
La muerte como pasaje: una nueva visión de la realidad
En muchas culturas, la muerte se considera un paso hacia un estado diferente de existencia, una transición a otro mundo. Lejos de ser un final, puede verse como una transformación del alma, que entra en un nuevo plano de conciencia.
Para ilustrar esta idea, piensa en un gas contenido en una botella: cuando abrimos la botella, el gas escapa y se disipa en el aire. No desaparece, sólo cambia de forma. Del mismo modo, nuestro cuerpo podría considerarse un contenedor de nuestra alma; cuando nuestro cuerpo deja de funcionar, el alma sigue existiendo, pero en una forma diferente, en una frecuencia vibratoria distinta.
Piensa en la muerte como algo más que no conoceremos hasta que la experimentemos, y no proyectes miedos al agujero negro y a la nada, a detenernos y a nada. Puesto que no conoceremos la respuesta hasta que la vivamos, ¿vamos a pasarnos toda la vida temiendo el resultado?
La muerte es es un pasaje = el alma hacia fuera (del cuerpo) es un paso sabio.
Cuando el alma abandona nuestro cuerpo, da un paso hacia la sabiduría de otro estado del ser. Adoptando esta visión, también podemos aceptar mejor la pérdida de un ser querido. En lugar de ver esta separación como definitiva, podemos verla como un alejamiento hacia otro «lugar» de la existencia. Un ser querido que se traslada lejos, al otro lado del mundo por ejemplo, no desaparece de nuestras vidas; simplemente vive en otro lugar. Esta perspectiva nos permite tranquilizarnos y mantener un fuerte vínculo emocional, a la vez que continuamos nuestro propio viaje sin vivir en el dolor y la restricción de lo que ha sido.
Vivir plenamente el presente: liberarse del miedo a lo desconocido
Pensar en la muerte nos devuelve a un principio esencial: la única certeza de nuestra existencia reside en el momento presente. Todo lo que se aleja de este momento no es más que una proyección o un recuerdo.
Vivir con atención plena nos invita a apreciar la belleza de cada momento, a sentir gratitud por lo que es, aquí y ahora. La ansiedad ante la muerte suele estar alimentada por la incertidumbre sobre lo que nos espera, por el miedo a perder lo que conocemos o a no haber conseguido lo que deseamos. Pero esta preocupación distrae nuestra atención de la riqueza del momento presente. Al negarnos a hundirnos en escenarios hipotéticos, nos permitimos vivir de un modo auténtico y liberado.
Honrar a los que nos han dejado: avanzar con serenidad
Para disipar el miedo a la muerte, es importante cambiar nuestra relación con el pasado y con las personas que nos han dejado. En lugar de quedarnos en el lamento y el dolor, podemos optar por celebrar lo que fueron, lo que compartimos, la suerte que tuvimos de haber compartido un camino común, lo que nos aportaron y su lugar en nuestras vidas. Sin permanecer prisioneros de su ausencia, liberamos nuestra propia existencia y el vínculo con la memoria de nuestro ser querido. Respetamos el pasado sin quedarnos atrapados en él, y miramos hacia el futuro honrando a los que se han ido, integrando de algún modo lo que nos han transmitido y continuando avanzando, su recuerdo iluminando nuestro camino en lugar de lastrarlo. La muerte se convierte entonces en una fuente de inspiración y no en un sufrimiento constante.
Atrévete a hablar de la muerte para vivir más serenamente
En las últimas décadas, las actitudes hacia la muerte han cambiado gradualmente. Cada vez más personas deciden hablar abiertamente de sus miedos, creencias y pensamientos. Compartir esta experiencia común del final de la vida forja un fuerte vínculo social y consolida una conciencia compartida de la mortalidad y su impacto en nuestras vidas. La muerte es parte integrante de la vida. Es la condición misma de la vida. Sabemos poco sobre ella, pero sabemos que venimos a este mundo y sabemos que lo dejamos. Hablar de la muerte, comprenderla y aceptarla nos permite acercarnos a ella no con miedo, sino con una curiosidad calmada y compasión por nosotros mismos y por los demás.
En última instancia, quizá la mayor sabiduría resida en esta capacidad de acoger la vida en todas sus dimensiones, la llegada, el viaje de la experiencia y la partida.
Abrazar la vida y aceptar la muerte. Vivir con atención plena significa reconocer que cada momento es fugaz y que la vida, como la muerte, forma parte de un ciclo inevitable. Aceptar la muerte nos permite darle sentido y vivir en paz con lo que es.
Aceptar lo que no podemos cambiar nos libera del miedo, el sufrimiento y el dolor. Acepta lo que es para vivir plenamente. No hay injusticia en la muerte; es la historia de la vida, de nuestra vida, tal como fue concebida. Si hay una ley que no podemos cambiar, es ésta. Sin experiencia, no lo sabemos, así que antes de experimentar y obtener la respuesta, vivamos lo que hay aquí, en nosotros y a nuestro alrededor.
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